sábado, 29 de agosto de 2015

¿Cuidamos con excelencia?


Os dejo con un resumen del Boletín del Comité de Ética Asistencial 
del Hospital Universitario Puerta del Mar y Distrito Bahía de Cádiz-La Janda.  
VOLUMEN 1 NÚMERO 12



¿Cuidamos con excelencia?
La búsqueda de lo óptimo es la finalidad de la vida humana, no nos podemos conformar con menos.  Cuando nos encontramos con una persona enferma, nuestra obligación como profesionales sanitarios no es prescribirle al paciente un tratamiento que no le haga daño o que le cure, sino que el objetivo de un profesional sanitario siempre debe ser el bien del paciente.
Debemos tratar a personas individuales, no a órganos, con una biografía diferenciada, que se encuentran en situaciones singulares, cada caso es único por lo que la sola aplicación de unas normas o protocolos establecidos no va a ser siempre lo más adecuado.  
La excelencia profesional como un valor ético
La excelencia profesional atendiendo a los principios de la bioética se traduce en que un profesional sanitario no solo no puede ser maleficente en su relación con los pacientes (ética de mínimos), sino que tiene que aspirar a más, a ser beneficente (ética de máximos). Quiere esto decir que, la relación sanitaria que se establece como profesional sanitario con la persona enferma, tiene dos niveles de exigencia, uno de mínimos, por debajo de cual se incurriría en el delito de negligencia, y otro de máximos, que aspira a la excelencia. 
Hoy en día un “profesional excelente” es aquel que quiere ofrecer lo mejor como profesional, que no se conforma con la mediocridad de solo cumplir con las obligaciones meramente jurídicas y evitar la negligencia. Es aquel que enfrenta el “ethos profesional: la excelencia”, al “ethos burocrático” de quien se atiene solo al mínimo legal. En este sentido, la adquisición de competencias profesionales como búsqueda de la excelencia puede considerarse como un compromiso ético de primer orden. El camino hacia la excelencia profesional no tiene un limite máximo definido (no existe), pero sí es posible establecer unos mínimos (que existen) en forma de criterios prudenciales que permitan orientarnos. 
Actualmente no puede entenderse el camino de la excelencia sin la incorporación de las obligaciones éticas que como profesional sanitario hay que asumir y desarrollar para ser un profesional excelente. Además de los valores tradicionales, hay que poner especial énfasis en la importancia del cuidado, como un valor que complementa al de la justicia y que cobra especial relieve en una época en que la curación no puede ser ya el único fin de la medicina
Otra virtud fundamental en la práctica sanitaria es la virtud de la prudencia, sin olvidarnos del sentido común. 
Los principios de la bioética definen la buena práctica clínica. Pero conocerlos es insuficiente para garantizar la buena práctica clínica. Esta debe consistir en la adquisición de unos hábitos, en actuar con corrección y justicia y en la habilidad para tomar decisiones pensando siempre en “que es lo mejor para el paciente. 
Excelencia y virtud
No podemos hablar de la excelencia del profesional sanitario, sin referirnos a cuáles deberían ser las virtudes de esas profesiones. Porque el fin en este caso es el bien del enfermo, algo sobre lo que no discutimos, aunque si es discutible como alcanzar este fin, o como solventar los obstáculos que encontramos en ese camino.
Distintos pensadores han propuesto distintas virtudes, como fundamentales para las profesiones sanitarias. Así, encontramos una virtud que se repite con insistencia como una virtud básica en la relación clínica EL RESPETO A LAS PERSONA, virtud esta que incluye otras como la compasión, la sinceridad y la confianza. Pero además según Pellegrino, Thomasma y Siegler, debemos añadir otra virtud LA PRUDENCIA, como síntesis de todas las virtudes. El respeto es la manera más eficiente de tener en cuenta la AUTONOMÍA del paciente, su libertad para decidir y su derecho a recibir la información suficiente que le ayude a decidir.
 La JUSTICIA por si misma, es una de las virtudes básicas desde la antigüedad y su realización va a depender siempre del comportamiento de los profesionales sanitarios. La no discriminación, la integridad como profesional que antepone el bien publico al privado.
Una mención especial merece la virtud del CUIDADO, como uno de los valores más potenciados en las profesiones sanitarias, ya que ha pasado a tener una relevancia mayor de la que pueda tener como función de una profesión que se dedica más a cuidar que a curar “La enfermería” . 
Desde los años 80, el cuidado es considerado como un valor ético, complementario al de la justicia. El cuidado no solo se ha profesionalizado, sino que se ha convertido en un fin fundamental de todas las profesiones sanitarias.
Los profesionales sanitarios tratan a las personas que siempre presentan características diferentes, y se encuentran en situaciones singulares. Cada
caso es único, por lo que la aplicación estandarizada de unas normas o protocolos no tienen porque funcionar. 
La Excelencia Profesional, incluye la PRUDENCIA que radica en atender cada caso concreto, desviándose de la norma habitual si el caso lo requiere.  Una decisión prudente, no es la aplicación de una fórmula estándar, es una decisión personal del buen profesional.
Las virtudes, son algo más que decisiones racionales que tomamos cuando nos encontramos con un conflicto; son actitudes y se adquieren a través de hábitos.  Uno llega a ser virtuoso por el hábito, porque forma parte de su
manera de actuar, con justicia, con respeto, etc., por ello las buenas prácticas no se adquieren con clases teóricas. Se aprenden con el ejercicio diario.
 Sin pensar en ser exhaustivos los profesionales sanitarios deberían adquirir virtudes como estas:
 Benevolencia, respeto, cuidado, sinceridad, amabilidad, justicia, compasión, integridad, prudencia.
Hacia la excelencia en el cuidado  
La actividad de cuidar es algo inherente al ser humano, que va más allá del cuidado ante la enfermedad. Las relaciones del cuidado se hacen  necesarias por la propia existencia y desarrollo de la persona, desde el  inicio al final de la vida.  
La propia definición del verbo cuidar puede tener varias acepciones:  
Poner diligencia, atención e interés en la ejecución de algo. O asistir, guardar, conservar; esta es la acepción con la que más nos acercamos al cuidado en el contexto de la asistencia sanitaria.
Cuidar de manera excelente, no es fácil, requiere ser diligente y preocuparse e interesarse por el otro. No bastan los conocimientos técnicos (necesarios), también requerimos de habilidades de comunicación y de relación además de una serie de cualidades personales, en definitiva una mezcla de aptitudes y actitudes.
Hay que huir de la mera tecnificación del cuidado que nos hace insensibles olvidando a la persona. Empeñemos nuestro esfuerzo en la humanización de la relación clínica. 
Ética y cuidado

Tradicionalmente el acto de curar ha adquirido una notoriedad superior a la acción de cuidar, pero desde una concepción integral el cuidado de los enfermos se hace sumamente necesario. El cuidar está ligado a la profesión de enfermería. Aunque curar y cuidar son dos actos complementarios e inseparables, siendo la virtud que define a la enfermera el CUIDAR.
Cuidar, si como afirma Carol Gilligan en su libro In a different voice”, supone preocuparse por el otro, es necesario atenderle como un todo y no sólo desde el punto de vista de su proceso de enfermedad. Solo  podemos cuidar de manera excelente a un enfermo cuando se le ve como una persona integral y única. Lo que hace necesario que conozcamos su relato biográfico, su identidad, etc...
La enfermedad y sus síntomas no es lo único para el paciente, y quizás no sea lo más importante. La afectación familiar y de su entorno, las inquietudes espirituales en un momento de especial vulnerabilidad, etc. pueden afectar tanto o más al paciente que la propia enfermedad.
La experiencia de enfermar tiene un significado distinto para cada paciente. Solo conociendo a cada paciente en su conjunto, podemos conocer las necesidades de la persona enferma y vulnerable, y poder así satisfacerlas e incluso anticiparnos a ellas. El que cada paciente sea distinto, determina un planteamiento ético del cuidado donde las respuestas que se dan a las personas enfermas no pueden ser iguales. Si cada persona enferma tiene su identidad, su contexto determinado, unas necesidades concretas, etc., la respuesta del cuidado debe ser personalizada.
 Agradecimiento a Juan M Rivera, presidente del CEA.

2 comentarios:

  1. Hola Javier, acabo de descubrir tu blog y me ha encantado. Enhorabuena. Coincido contigo, la profesión enfermera va unida a la ética como un apósito a la piel. Es indiscutible. Años de profesión, matrona, me han hecho ver que el cuidado y la ética son como una madre y un hijo, inseparables. No tenemos que ser buenas profesionales, debemos de ser excelentes. Sin la excelencia, unida siempre a la ética, seriamos técnicos, una especie de ingenieros del cuidado. Gracias por este resumen.

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  2. Gracias por el comentario Pepa, tiene mucha razón.

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